Dedico este poema a los mejores compañeros del mundo, por ser geniales, bonicos, atentos y grandes profesionales. No se puede trabajar en un ambiente mejor y encima rodeados de niñ@s de los que aprendemos cada día, con los reímos y lloramos y con los que conservamos nuestro espíritu joven gracias a sus sonrisas, abrazos y sueños.
(¡Falta Tere, Isabel y Ana Mari!)